PARROQUIA DE SAN JOSE OBRERO

SEXTO DOMINGO DE PASCUA
PASCUA DEL ENFERMO
DOMINGO 17 DE MAYO DE 2020

      Estos tiempos de coronavirus “son tiempos para tomar conciencia de la fragilidad, del valor de la salud, del cuidado incondicional y de la protección de la vida de las personas frágiles. Tiempos para apreciar el valor de la prevención en todos los ámbitos, para la solidaridad y el cuidado (…). En definitiva, para la ponderación de lo proporcional, de la prudencia, de la serenidad y el temple.” (José Carlos Bermejo). 

   Puede que el tema que proponemos este año, nos ayude en medio de achaques y dolencias propias y ajenas, a transitar por estos caminos.

Inconvenientes y oportunidades

Dolores Aleixandre

(Basado en el capítulo 12 de su libro “Las puertas de la tarde”)

Unas reflexiones

     En un conocidísimo chiste de Forges, Concha despierta a Mariano diciéndole: «Mariano, las siete», y él contesta: «Que pasen». Parodiando la escena, podemos recomponer esta otra: suena una y otra vez en nuestra puerta el timbre que anuncia la visita casi inexorable de Doña Lentitud y Doña Debilidad y, reacción normal y lógica, decimos: «¡Qué visitantes tan intempestivas y tan pesadas! Diles que he salido, que vuelvan otro día».

   La pretensión de estas reflexiones es despojar de su máscara de ferocidad a éstas y a otras incómodas visitantes y tratar de descubrir su rostro amable (¡tan oculto!) y las novedades positivas de que son portadoras, si es que nos decidimos a encargar a un comité de bienvenida que les reciba de nuestra parte diciendo: «Que pasen».

   Como los inconvenientes del envejecimiento están a la vista y en boca de todos, no es necesario invertir tiempo en comentarlos, mientras que el discurso sobre las oportunidades que ofrece es mucho más escaso, y por eso merece la pena dedicarle atención.

   No sé cuántos de nosotros estaríamos de acuerdo con esta afirmación aparecida en un periódico francés: «En nuestras sociedades la gratuidad es tan esencial como la rentabilidad, la precariedad como la seguridad, la debilidad y la contemplación como la actividad». Y ya, puestos a seguir, podríamos añadir: «la fragilidad como la fuerza, la austeridad como el consumo, la interioridad como la exterioridad...».

   Puede ser interesante que nuestro comité de bienvenida (…) se disponga a cambiar de mentalidad para salir a recibir en condiciones a Doña Lentitud, responsable, entre otras cosas, de que nuestros pasos no sean tan ágiles como antes, de que nuestra memoria se esté volviendo torpe y de que tardemos el doble de tiempo en hacer las cosas que antes despachábamos en un santiamén.

 «"Rápido" equivale a atareado, controlador, agresivo, apresurado, analítico, estresado, superficial, impaciente y activo; es decir, la cantidad prima sobre la calidad. "Lento" es lo contrario: sereno, cuidadoso, receptivo, silencioso, intuitivo, pausado, paciente y reflexivo; en este caso la calidad prima sobre la cantidad. [...] La filosofía de la lentitud puede resumirse en una sola palabra: equilibrio. Las personas descubren energía y eficacia allí donde quizá menos la habían esperado: en el hecho  de  hacer  las cosas más despacio. 

   Mientras el resto del mundo sigue rugiendo, una amplia y creciente mayoría está inclinándose por no vivir con el motor acelerado al máximo y crear espacios para la lentitud. Todo mejora cuando se prescinde del apresuramiento. Ser lento significa que uno controla los ritmos de su vida y decide qué celeridad conviene en un determinado contexto». (Del libro “Elogio de la lentitud” de Carl Honoré).

   «Despacio, no tengas prisa –decía Juan Ramón Jiménez–, que donde tienes que ir es a ti mismo». 
  
   Enviemos también a nuestro comité de bienvenida a reciclar sus ideas acerca del significado de la debilidad para poder acogerla convenientemente cuando toque el timbre. Escuché decir una vez que “todos nacemos débiles y morimos débiles, pero que nos pasamos la mayor parte de nuestra vida tratando de disimular lo débiles que somos” (Jean Vanier).

   Posiblemente hayamos cargado demasiado tiempo con un disfraz de personas prepotentes y capaces de todo, pero ahora entramos en una etapa de liberación de roles en la que muchas de esas máscaras se vienen al suelo, y con un poco de suerte empezamos a ser y a dejarnos ver como realmente somos: hombres y mujeres con luces y sombras, con cansancios, fragilidades y equivocaciones, con necesidad de querer y de que nos quieran y nos cuiden.

   Jean Vanier, fundador de las comunidades de «El Arca», en las que conviven personas con minusvalías psíquicas junto con «asistentes», hace estas afirmaciones sobre «La fuerza de la vulnerabilidad»: «La persona con una minusvalía, y quizá todo pobre, es una fuente de vida porque, desde esa situación de pobreza en que se encuentra y desde su incapacidad para salir de ella por sí mismo, desea profundamente el amor y la amistad y vive esencialmente de los valores del corazón. Es evidente que ése es el punto central del ser humano, pero muchos no lo saben. Y es también evidente que sólo así podrá cambiar nuestro mundo.» Hay personas que nos devuelven absolutamente a la visión esencial, filosófica, teológica y espiritual que es la del Evangelio. 

   En eso consisten las bienaventuranzas: "Dichoso, feliz, amado por Dios, el pobre de espíritu, el que llora, el que tiene hambre y sed de justicia, el limpio de corazón, el que busca la paz, el perseguido". El corazón del Evangelio, el misterio del Dios de Jesús es su voluntad de levantar a los pequeños y hacer que desciendan del trono los poderosos. 

 « La fragilidad consigue que despierte lo que hay de más divino en nosotros y que comprendamos lo que tenemos endurecido y herido, y eso es una fuerza de vida para la relación: "¿Me amas? ¿Quieres venir a vivir conmigo?" Ésa es exactamente la llamada de Jesús y es la fuerza de la vulnerabilidad. Cuando se es pequeño, cuando se necesita del otro y se es capaz de expresarlo, se descubre la raíz y el cimiento del amor, porque la comunidad esta edificada sobre la debilidad de cada uno, que encuentra su fuerza en los demás. Los cimientos de ese cuerpo que es la comunidad son la debilidad, la pequeñez y la vulnerabilidad de cada uno y de todos.

    La fragilidad revela quiénes somos y es un verdadero enigma al que sólo puede responder la fe. Personas que, según los criterios imperantes, carecen de valor, son por el contrario portadoras de valores extraordinarios: los valores del corazón, de la fidelidad, del amor. Son una palabra de Dios para hacernos comprender que también nosotros tenemos limitaciones en el cuerpo, en el psiquismo o, al menos, en el espíritu. En eso consiste su misterio. Cuando acogen su propia pobreza nos están diciendo: "Tienes el derecho de ser pobre", mientras que la sociedad nunca nos dice eso, sino esto otro: "Tienes que ser rico y fuerte, tienes que ganar dinero y ser competitivo. Si no lo eres, no hay sitio para ti en la sociedad".

   En cambio, el pobre nos dice: "Tienes derecho a ser pobre y a acoger tu humanidad: tienes derecho a encontrar tu lugar, no necesitas ser el salvador del mundo, alégrate de ser tú mismo, porque si te descubres a ti mismo, descubres que eres amado por Dios y tienes derecho a ser como eres. No entres en el juego de los engaños, no pretendas ser mejor que los demás: acepta sencillamente que eres un ser humano"».

Un testimonio

   «De pronto me puse enferma. Comencé a sentir la fragilidad de mi cabeza. Dudaba yo de muchas cosas y, lo que es aún peor, dudaban los de alrededor de casi todas mis afirmaciones y hechos. Hasta entonces tenía yo una mente bastante ágil, pero desde ese momento paso muchos ratos envuelta en dudas o sentada frente al ordenador, o ante un armario, o ante una persona, sin otra seguridad que la duda y con la terrible sensación de que ni yo misma me puedo fiar ya de mí. 

   Algún día mis lágrimas van a producir un cortocircuito en mi ordenador... Hasta ese momento había sido yo la dueña de mi vida, pero desde que salí del hospital, fueron los otros los dueños de mis diagnósticos y mis itinerarios sanitarios. Había perdido ese ritmo acelerado que tanto me gustaba. He sido una mujer que ha exprimido la vida al máximo, que ha vivido locamente "en quinta"..., y ahora tengo que aprender a vivir "en primera", a ir despaciosamente por la vida y con los otros. Me gustaba ir delante y tirar... Hoy voy detrás, dejándome cuidar y empujar. Esto es lo mejor que me ha traído la enfermedad. De pronto, yo, que iba en cabeza, ahora estoy aprendiendo a ir detrás ayudada por otros». 
(M.P. AYERRA, «Lo que la enfermedad va haciendo en mi vida»: Sal Terrae (Oct. 2003), 735-747)

Una propuesta

   Contarnos cómo acogemos en nuestra sala de visitas a Don Ya-nunca y a Doña Antes-yo... Porque podemos hacer que salgan a recibirles Doña Nostalgia López y Don Quintín el Amargao, que les hacen la visita entre suspiros, recriminaciones y lamentos. Pero disponemos también de otros recursos de recepción: por ejemplo, soltar al bendito humor que sale moviendo la cola y dando lametones a la visita, recordándonos que, desde Atapuerca, llevan los seres humanos envejeciendo... y no ha pasado nada, salvo que se han muerto.

Una pregunta

  •  Después de lo leído, ¿Qué oportunidades descubres para tus inconvenientes (o para los de alguna persona que conozcas)?


Un Texto Bíblico

  •   “Vengan a mí todos los que estáis cansados y agobiados, porque yo los aliviaré. Carguen con mi yugo, y aprendan de mí, que soy paciente y humilde de corazón y así encontraréis descanso. Porque mi yugo es suave y mi y mi carga ligera” (Mt. 11,28-30).

Una oración

Quiero aprender tu capacidad de posar sin prisa,                                              
la mirada en aquellos que te necesitan.                                                           

De hacer únicos los encuentros cotidianos.                                                       
Quiero aprender de Ti la generosidad sin límites.                                              

Esa que desborda todo lo esperado,                                                                
que te colma de bienes y de bendiciones.                                                        

Quiero aprender de Ti a pedir sin exigir,                                                 
porque comprendes que cada uno                                                                  
da lo que tiene y puede en cada momento.                                                      

A Ti eso te basta Jesús, por muy poco que sea,                                                
por muy roto que esté, lo bendices y lo multiplicas.                                         

Y quiero buscar como Tú los momentos                                                           
en los que en soledad me encuentre con el Padre.                                            

Esos momentos que me equilibran y me sostienen.                                          
Que me ayudan a reconocer que todo viene de Él.                                            
Que me hacen vivir dando gracias.  
                                                                   
                                                                                      (Almudena Egea)

Grupo de Evangelización de Personas Enfermas
Parroquia San José Obrero-Pascua 2020

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