Homilía Domingo 16 del T.Ordinario

. Deseamos que nuestra Iglesia y nuestra sociedad cambien de una vez a mejor.

 . Y cuando vemos que no sucede así nos unimos al coro de las lamentaciones. Todo está mal. Solo vemos el mal: abusos, mafias, corrupción, escándalos, injusticias...

. Fácilmente se nos olvida que somos parte de esa realidad y que en nosotros crecen juntos el bien y el mal, no sólo fuera de nosotros sino dentro de nosotros mismos.

. El bien y el mal, dentro y fuera de nosotros, aparecen entremezclados. Ni todo es malo ni todo es bueno. En cada persona existe la capacidad de hacer el bien y el mal. 

Ante esta realidad, mezcla de bien y de mal, ¿qué debemos hacer?

. Podemos adoptar diversas actitudes:

. Echarles las culpas a los otros. Así no asumimos la parte de responsabilidad que nos corresponde y juzgamos a los demás sin cuestionar nuestra propia conducta.

. También podemos mirar solamente el mal que está fuera de nosotros, sin verlo en nosotros mismos dejando que crezca dentro de nosotros, sin luchar contra él.

. Nos gustaría ver cómo el bien brota por todas partes y al no ser así, sino que se abre paso entre resistencias y retrocesos, nos desanimamos y perdemos la paciencia y la esperanza.

. Todo esto nos puede llevar a la intolerancia y a la intransigencia. Hay que eliminar el mal aunque sea a la fuerza. Hay que clasificar a las personas en buenas y malas.

. ¿Y Dios qué pensará de todo esto?  Él está lleno de paciencia y moderación. Así nos enseña a ser humanos, a ser justos. Dios da a todos la posibilidad de crecer en humanidad. Intervendrá sólo al final.

·         La justicia de Dios y su misericordia no se excluyen. Debemos aprender de esa manera de actuar de Dios cómo comportarnos con los demás. Al actuar de esa manera nos ofrece la ocasión de cambiar y superar el mal que hay en nosotros. El justo, el creyente, debe ser humano. Es decir, debe actuar con justicia y misericordia como hace Dios.

. Sabiduría 12, 13, 16-19

·         El texto nos invita a una oración auténtica. Está orientada a la realización del sueño de Dios. El Espíritu unido a los creyentes pide que llegue a su cumplimiento.

. Romanos 8, 26-27

·         El reino de Dios, su sueño, se hace presente en la ambigüedad de la historia. Hay que esperar hasta el final para distinguir el trigo bueno de la cizaña mala. Mientras tanto, Dios ofrece la posibilidad de transformarnos y mejorar. Frente a la impaciencia de los que no pueden ver juntos el bien y el mal, la paciencia histórica de los que esperan y trabajan.

. Mateo 13, 24-43

. El autor de la 1ª lectura mira la historia de Israel y ve cómo el ser humano abusa de su poder mientras que Dios actúa siempre con misericordia y así hace justicia.

. De esa manera nos enseña que la persona debe ser justa para ser humana como  justo es Dios que actúa siempre con misericordia. 

. Pablo, en la 2ª lectura, nos invita a disponernos a una oración auténtica.

. Una plegaria que combine la sinceridad de nuestras intenciones y el deseo de acoger cuanto el Espíritu nos sugiera para buscar y realizar en nuestra vida lo que Dios quiere. 

. Las parábolas proclamadas exponen el modo de actuar de Dios.

. La 1ª centra su atención en la aparición de la cizaña, a pesar de haber sembrado buena semilla y en la paciencia necesaria. Las otras dos expresan el contraste entre lo pequeño y lo grande.

. La presencia del Reino es ahora germinal y débil como el grano de mostaza o la levadura, pero que lleva dentro de sí una fuerza transformadora y su crecimiento es imparable.

. La paciencia es el otro gran tema de estas parábolas. Dios es paciente y pacientes debemos ser si queremos ser justos y humanos. Pacientes con una realidad que se resiste a ser cambiada y que va a necesitar de esfuerzo y sudor.

¿Qué nos enseña hoy la Palabra proclamada? ¿Qué nos llama la atención?

. Dios no para de trabajar para transformar el mundo.

. Pero Él transforma de manera callada y oculta. No impone su poder desde fuera, no domina sino que atrae. Y lo hace compartiendo en Jesús las incertidumbres, los problemas y situaciones de la vida. Lo hace desde dentro.

. El Reino de Dios es un fermento de humanidad y crece en cualquier sitio donde se ama al ser humano y donde se lucha  por una humanidad más digna. Es un trozo de levadura que fermenta la masa desde dentro.

. Por ello es necesaria la paciencia. Inhumana es la precipitación que no permite madurar, ni respeta la libertad de cada persona y además estéril porque arruina el resultado final. 

. El mundo y las personas crecemos y nos desarrollamos en un tiempo que Dios respeta profundamente. Él no ha creado un mundo acelerado. Dios espera y así muestra su poder y su confianza en nosotros.

. No soportamos la ambigüedad, que somos y son buenos y malos al mismo tiempo, y buscamos solucionarla como sea. Queriendo avanzar retrocedemos y destruimos parte del trigo que crece con la cizaña.

. El bien y el mal caminan juntos. En la historia de cada uno y del mundo. Y en ese trasfondo Dios ofrece posibilidades porque no utiliza su poder para destruir sino para perdonar.

. Ninguno de nosotros puede abarcar el tiempo entero de la historia para poder arrancar la cizaña y entonces lo que en realidad condenamos no es el mal de la historia sino a otros seres humanos.

. Cada semana, en la Eucaristía, Dios siembra su Hijo en nosotros y deposita en nosotros la levadura del evangelio para hacer crecer en nosotros lo bueno.

. De ahí nacerá una acción desde el interior para mejorar la familia, el barrio, el lugar de trabajo, la organización, la comunidad, y la casa común  que es nuestro planeta.

. No vale la pasividad, ni la vana esperanza de cambios rápidos y espectaculares, sino la confianza en la acción de Dios con la que nosotros colaboramos.

. Jesús se entrega a nosotros ahora para hacernos más humanos, para que seamos como la levadura, fermentos de humanidad en el corazón del mundo y venzamos al mal a  fuerza de bien.

 

 CANTO:

Jesús pone en cada uno de nosotros y de nosotras semillas del Reino para que produzcan frutos de vida y fraternidad.

 

 

 

 


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